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La boca y el cáncer


Dientes, encías, saliva. Todo se ve afectado cuando se tiene cáncer. La quimio y la radioterapia son tan agresivas que la boca también se ve afectada. Aún después de terminado el tratamiento.


La última semana de septiembre fui al dentista. Se me había caído el empaste de un diente y me molestaba una muela. Quería arreglarlos antes de mi viaje a Madrid. Iba un poco asustada porque había oído por amistades y colegas que ir al dentista en Noruega es caro. Si bien es gratis para los menores, después de que cumplen los 18 años ir al dentista se nota en el bolsillo en Noruega. Así que fui con temor. Allí supe que aquí te cobran incluso por la anestesia que te ponen. ¿Qué aún sientes dolor y quieres otra anestesia? Pues claro que te la ponen y también la ponen en la factura.


La dentista me dijo que es normal que se me haya caído el empaste después del tratamiento del cáncer pero que ella no veía ninguna otra caries más. Me pregunto cómo había llevado el tratamiento. “Has tenido la boca seca?”, me preguntó. Le dije que había tenido la boca seca, que a veces se me irritó la lengua, me salieron como bolillas en la lengua, y se me inflamaron las papilas gustativas*. Me preguntó si habían sangrado las encías. Le dije que “no, bueno a veces, nada anormal”. Me tomó unas radiografías para ver mis dientes. Y allí estaban las caries internas en dos muelas y calcificaciones en los dientes. “Es normal cuando se produce tan poca saliva”, dijo. Ese día me arregló dos dientes y quedamos a la semana siguiente para arreglar la otra muela. Al momento de pagar vi que un porcentaje me había sido deducido. “Esta parte la cubre la seguridad social- me dijo -no es tu culpa que tus dientes estén así ahora, es lo que pasa con el tratamiento”. ¡Me encanta el modelo noruego!


Volví la semana siguiente para arreglar la muela del lado izquierdo. Nuevamente hizo falta dos anestesias porque con la primera podía sentir todo lo que ella estaba haciendo en mi muela. Cuando terminó me dijo que los siguientes días sentiría rara la boca pero que después me acostumbraría. No me dolía nada, solo me molestaba un poco. Pensé que se iría en un par de días. Ya estaba lista para mi viaje a Madrid. El malestar en lugar de disminuir comenzó a aumentar. En mis últimos días en Madrid evitaba comer cosas crujientes o duras porque morder me generaba malestar. Volví a Noruega un lunes y el catarro hizo que el dolor de boca fuera a más. Me dolía toda la mandíbula. Solo comía cosas blandas como cremas, sopas y postres de arroz o avena. Los días siguientes fueron más de lo mismo. Catarro y dolor de boca. El jueves tenía cita con la dentista. Era para limpiar, pero yo no me veía con aparatos trabajando en mi boca. Llamé para cancelar. “Tienes reservado 45 minutos – dijo la mujer en el teléfono- con ese tiempo podéis hacer lo que queráis. Si quieres yo le digo que no quieres que te haga la limpieza, solo que te revise y así te mira por qué te duele tanto la boca”. Me pareció una buena idea. ¿Usaríamos los 45 minutos?


La dentista revisó todo de nuevo. Encontró que los empastes que ella había hecho no tenían la forma correcta de mis dientes así que yo estaba haciendo presión en mis encías al morder. Encontró que tenía las encías dañadas. Era periodontitis. Se puso a revisar cada diente, quería saber con cuánta profundidad la encía estaba dañada. ¡Fue horrible! Diente a diente introduciendo como una especie de aguja para medir. Y sin anestesia. Dijo que había que remover las calcificaciones. Era la única forma de sanar las encías, de no hacerlo el hueso se podría ver afectado y con el tiempo (quizá años) podría perder los dientes. No nos quedaba mucho tiempo. 45 minutos se pasan muy rápido. Apenas si dio tiempo a que corrigiera la forma de los empastes y a limpiar la parte superior derecha de la boca. Esta vez con anestesia. Quedamos en que volvería la semana siguiente para terminar de limpiar los dientes. Mientras tanto me mandó una pasta de dientes con flúor y un enjuague bucal sin alcohol.


Esa semana de espera fue la peor. Estuve con paracetamol, solo así podía hacer vida normal: Comer, hablar, pensar. Sin paracetamol era una persona de mal humor, que no comía y que solo pensaba en dientes, encías y dolor de huesos. Llegó el día de la limpieza y yo tenía diez mil cosas en la cabeza. Incluso pensé que qué curiosidad que las encías se me hayan puesto malas después de ir al dentista. Pensé que ella no era una buena profesional. Pensé varias alternativas. Mi pareja me decía “si tienes dudas, cuando vayas se las preguntas, no te las guardes”. Y eso hice. Ella me volvió a explicar y esta vez lo entendí. Había estado teniendo síntomas, pero no los vi. He tenido la boca tan dañada desde que empecé con la quimio que dejé de preocuparme por ella porque pensé que era una cosa menor comparado con lo beneficioso que era la quimio para eliminar al cáncer de mi cuerpo. La radio tampoco es que hubiera ayudado mucho (además de irradiar el pecho también se irradia el cuello para evitar que el cáncer se extienda a los nódulos de la garganta). Ambos siguen haciendo efecto en mi cuerpo. Aún quedan unos meses hasta que mi cuerpo logre eliminar todos esos químicos. Además el stress por las pruebas que me están tomando ahora es otro factor que también afecta. Sé que no sirve de nada preguntarme cómo hubiera sido mi vida bucal si hubiera ido al dentista apenas empecé con el tratamiento, pero es algo que ahora recomiendo a cualquier persona que vaya o esté bajo tratamiento. Ojalá a mi alguien me hubiera dicho lo importante que era.


Aquel jueves volví a casa cansada (había tenido todo el cuerpo tenso durante la limpieza pese a estar bajo la anestesia) y con dolor en toda la boca, el cual iba aumentando mientras la anestesia iba perdiendo efecto. Agradecí que la chica con la que había quedado para tomar un café ese día me hubiera cancelado. ¡Cómo se me había ocurrido quedar con alguien después del dentista! Ese día no hice nada más que tumbarme en el sofá y esperar a que el día pase y que el dolor se vaya con él. Mi pareja preparó una crema de verduras que estaba buenísima pero que mis encías no toleraban. Han pasado cinco días desde que estuve con la dentista. Aún me duelen las encías. Intento no estresarme por el resultado de las pruebas. Pero no puedo dejar de pensar y sentir dolor en la boca no ayuda mucho a calmarme. “Todo va a salir bien”, me digo y me dicen. “Todo ha salido bien”, es lo que quiero escuchar cuando me den resultados. Quizá entonces por fin mis encías y los huesos de la mandíbula se relajen.


*Durante el tratamiento me recomendaron usar agua con sal para enjuagar la boca, pasta dental con flúor y geles para producir saliva. También hay caramelos sin azúcar con flúor que son buenos para producir más saliva.


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