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¡Adiós quimiorizos! ¡Hola yo!

Empiezo el 2018 diciendo adiós a mis quimiorizos y pidiendo de vuelta un órgano que me quitaron.


Mis rizos eran una demostración de que todo vuelve y de que todo puede cambiar. Mi pelo liso adquirió unas curvas que ninguna peluquera logró nunca jamás. Curvas tras curvas que resistieron el agua salada, dulce, el invierno y el verano. Curvas que me asombraron de la fortaleza de mi cuerpo. Con el tiempo mi pelo, el de antes de la quimio, decidió reaparecer dando a mi cabeza la apariencia de una modernidad no buscada. Rulos en las puntas y liso en la raíz. Mientras los rulos se debilitaban el liso crecía con un brillo como lo hacen las estrellas de cine que deciden reaparecer tras una larga ausencia. La era del rulo estaba en declive. Solo era cuestión de aceptarlo.


La salida de escena de los rulos se produce en estas fiestas de fin de año. Cuando una hace un recuento, una balance del pasado, cuando una se deshace de lo viejo para dejar paso a lo nuevo. Los efectos de la quimio aún me persiguen pero decido cortar con ese pasado aunque sea de una forma simbólica. Me encantan mis rulos, pero son un recuerdo de una enfermedad que quiero dejar en el pasado, que no quiero recordar cada día que me veo al espejo. Olvidar la enfermedad es imposible sobre todo cuando hay cicatrices que no solo te marcan la piel. Esas no puedo cortarlas, pero el pelo sí.


El 2018 empieza no solo diciendo adiós a los quimiorizos -como yo los he denominado- sino que es un hola a una nueva etapa de mi vida: El de recuperarme a mi mísma. Una recuperación que pasa por recuperar mi ovario. Sí, como se lee. Me siento como James Bond en la misión ORO: Operación Rescate de Ovario. Me toca preguntar, repreguntar, averiguar, escudriñar, informarme por todas partes cómo puedo recuperar un ovario que está en una nevera hospitalaria en Oslo. Un ovario que tiene 34 años mientras yo tengo 37. ¿Estoy ante la nueva versión del doctor Frankenstein? ¿Doctores que cortan órganos y los ponen de vuelta? Aunque no puedo decir lo mismo de mi pecho. Esa misión está perdida. Mi tratamiento se hizo bajo un protocolo que incluía la mastectomía como uno de los pasos. El protocolo actual sugiere hacer todo lo posible para mantener el pecho. Ironías de la vida, del cáncer y sus protocolos. Me jode, me hierve, me enfada. No sabéis cuánto, pero no puedo hacer nada para cambiar el pasado. Mi único consuelo es que las siguientes mujeres no tendrán que pasar por lo que yo pasé. Nadie se merece ser mutilada. Nadie merece cicatrices que te marcan el alma.


Bueno volvamos a la misión ORO, esa es mi agenda para este año. Recuperar mi ovario, recuperar mi cuerpo, sentirme cómoda con este cuerpo, que es maravilloso, que es el mismo pero cambia, que me transporta, que está lleno de emociones, que me hace disfrutar de un abrazo, de un beso, de una sonrisa, de un suspiro y de una mirada cómplice. Un cuerpo sano y feliz, ese es mi objetivo para el 2018. Y es que eso es puro oro, no? Os deseo mucho oro (salud y amor por el cuerpo propio) a todas las personas que están leyendo este blog. ¡¡¡Feliz año!!!

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