Cuestión de pelos

Finalmente tengo peluca. La compré el 10 de octubre, de prisa y corriendo porque al día siguiente viajaba a Oslo y quería tener peluca. La sensación es rara. Cada vez que me la pongo tengo la sensación de que voy a ponerme en acción, como si fuera a subir a un escenario o a hacer de detective incógnito que protege su identidad. Soy yo y no soy yo al mismo tiempo. Esos pelos que me pongo ¿es para ser de vuelta yo? ¿Es para evitar preguntas de la gente? ¿Es para sentirme menos enferma? ¿Es por qué soy mujer? ¿Por qué aún es raro ver a un mujer sin pelo en esta sociedad?

Tres veces tuve que visitar la peluquería para poder tener una peluca. El hospital St. Olav tiene una peluquería a la que suelen ir mujeres con cáncer. Allí pedí una hora para hacer una prueba de pelucas. Probé diferentes modelos. Es rubia, pero igual pruébatela, luego yo pido que me la traigan en el color que tu prefieras, me dijo la peluquera. Esa rubia era estupenda. Pelo largo, sin flequillo y hasta con posibilidad de hacerme una coleta. Te la pido en oscuro para la semana que viene y te la pruebas, me dijo. Pero no fue así, estaba descatalogada y hubo que repetir prueba con otros modelos y volver al día siguiente para finalmente encontrar la correcta. O mejor dicho con la que me sintiera cómoda. Pagué casi 800 kr (100 euros) por ella, la diferencia entre el precio de la peluca y lo que cubre NAV (es como el INEM en España y cubre las pelucas por 5500 kr).

La primera vez que me la puse, la tuve puesta casi todo el día. Estuve en la conferencia donde mi compañera de máster (que sabe que tengo cáncer) me dijo que se veía super natural y luego en la embajada española donde recibí comentarios de lo bien que llevaba el pelo. Si supieras que esto es nylon y que si me pongo al calor se derrite, seguro que no dirías lo mismo, pensaba para mis adentros. Cuando el día terminó tenía la cabeza con sudor. Un sudor que pica. Apenas entré al piso de mi amiga, donde me estaba quedando, me quité la peluca. Era rascarme y ver como los pelillos que aún quedan se iban cayendo.

En el trabajo me dijeron que se veía natural. Estaban sorprendidas de las cosas que se puede hacer con nylon. Mis alumnas estaban encantadas. Me decían que me quedaba super bien. Que me veía muy guapa. ¡Adoro a mis alumnas! Una de mis compañeras no sabía que tengo cáncer y se sorprendió al verme con nuevo estilo. Es una peluca, le dije. Te queda tan bien, se ve super estiloso, me dijo. Nos echamos una risas y hablamos de pelucas. Ayer viernes ella se me acercó y me dijo hablando bajito: No sabía que estabas enferma y has perdido el pelo, pensé que querías cambiar de look. Le conté que era cáncer de mama y que ya perdí el pelo, pero que volverá. Creo que se sintió algo mal por las risas que nos echamos sobre las pelucas. Pero la verdad es que a mi me vino bien. Poder hablar de pelucas sin tener que hablar de enfermedad.

Aún no me atrevo a salir de casa sin peluca. Antes de tener la peluca salía con gorros y me los dejaba aunque estuviera en la habitación con la calefacción hasta arriba. Sabía que era mejor quitarmela pero no era capaz. La situación es distinta en la calle. Hace frío para estar sin nada en la cabeza. Quizá soy yo quien tiene miedo al que dirán, quien prefiere usar el tiempo hablando de otra cosa en lugar de hablar de mi enfermedad. Pero quizá deba probar. Admito que me da curiosidad ver las caras de las personas cuando me vean sin pelo. Quizá al final sea yo quien se sorprenda. Al fin y al cabo muchas artistas han salido con el pelo corto o contando que tienen cáncer. No seré la primera, ni tampoco la última. Eres la versión latina de Demi Moore, me llegaron a decir algunas amistades cuando me vieron recién rapada. Yo solo ambiciono a ser la mejor versión de mí misma.

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