Mi cuerpo y yo
- periodista2014
- Oct 23, 2014
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Una dice “tengo un cuerpo” como si el cuerpo no fuera una, como si fuera algo que controlo y manejo. Eso creía yo. Tener cáncer me hace replantear mi relación con mi cuerpo, la relación de mi cuerpo con el cuerpo de otras mujeres, con la vida de otras mujeres, la relación de mi cuerpo con la humanidad.
El feminismo nos enseñó que “lo personal es político”, que “el cuerpo es un campo de batalla”. Como periodista he escuchado cientos de historias de abusos contra mujeres. Mujeres en Latinoamérica, el Magreb, el África subsahareana, en Oriente, en Europa, incluso ahora en Noruega me han contado las diferentes formas de violencia que han sufrido por ser mujer, por llevar un cuerpo de mujer.
Mi cuerpo no soy yo, llegué a pensar. Porque yo no lo elegí, porque no soy yo quien decide el valor que tiene en esta sociedad, porque según la sociedad machista en la que vivimos mi cuerpo significa que yo tengo menos valor que un hombre (está claro que no todos los hombres, pero aún siguen siendo hombres quienes deciden el valor de las mujeres y de otros hombres en la sociedad).
Cuando escuchaba historias de mujeres violadas con penes, rifles y/o otros objetos punzantes durante guerras ya sea la del Congo o la de El Salvador, mujeres con problemas para orinar debido a una fístula obstétrica, mujeres violadas por su novio o esposo, mujeres golpeadas por hombres porque les dijeron que no querían tener sexo con ellos, mujeres asesinadas por quien una vez dijo amarla, mujeres ignoradas por el estado….. y las historias continúan…. cada vez que escuchaba esas historias la distancia entre mi cuerpo y yo se hacía más grande. Como si yo estuviera por encima de eso, como si reconociera a mi cuerpo como una herramienta que usar, pero no como mi identidad.
Cuando me dijeron que me van a quitar un pecho (o quizá los dos dependiendo de los resultados del test genético) pensé: y pensar que me tomó tantos años amar mis pechos y ahora me los quieren quitar. Sí, me tomó años querer a mi cuerpo, aceptar mis curvas y redondeces, casi tres décadas me tomó aceptar mi cuerpo (que si era delgado porque era delgado y si era curvo porque era curvo) y cuando por fin lo acepto con orgullo me dicen que quizá haya que cortarlo. Suena super irónico.
Estar en la clase de teatro con otras mujeres migrantes, mujeres que están pidiendo el asilo en Noruega, mujeres que han huido de guerras en Liberia, Etiopía, Sudán, la zona kurda de Irán, me hizo ver el cáncer de otra forma. Me hizo darme cuenta que vivo en un mundo que tiene cáncer y que mi cuerpo es el reflejo de ello. Mi cuerpo es atacado desde adentro, es invadido por químicos para su destrucción, está siendo devastado y será mutilado (la operación) y luego quemado (con la radioterapia). Mi cáncer es la revelación de lo que pasa en el mundo a través de un cuerpo. Es la suma de todas las historias que he escuchado, de todas las historias que he sentido mías cuando las he entrevistado y luego contado.
Cuando fui a mi primera clase de teatro y vi a todas esas mujeres pensé que mi cáncer no era diferente al que tenían ellas, pero que el suyo se curaría cuando obtuvieran el asilo, cuando fueran reconocidas como personas y tuvieran los mismos derechos que una persona noruega.
Mi cáncer me hace ver mi cuerpo de forma distinta, la vida de forma distinta. Mantenía la distancia entre el yo y mi cuerpo. Y ahora mi cuerpo es el que me recuerda que soy yo. Que sin cuerpo yo no existo. Que el cuerpo es limitado y hay que quererlo incondicionalmente, con sus arrugas, con sus lunares, con sus pliegues. Yo quiero más arrugas, más lunares, más pliegues, porque significarán más años de vida, porque significará que estoy viva. También significará que todo ese amor que estoy recibiendo de otras mujeres y de hombres ha invadido mi cuerpo y me ha ayudado a expulsar al cáncer. Significará que la fuerza de todas esas mujeres luchadores y sobrevivientes a las que entrevisté han fortalecido mis células, y esas células ahora -al igual que esas mujeres entonces (y algunas lo siguen haciendo)- luchan y sobreviven al cáncer. Eso me da esperanza en la humanidad, en que cada día habrá más células, o sea más personas, que lucharán y sobrevivirán al cáncer de la desigualdad y la discriminación que desgraciadamente aún vivimos.
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