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La cuarta quimio: A la mitad del camino

  • periodista2014
  • Dec 3, 2014
  • 4 min read

El 14 de noviembre fue mi cuarta quimio. Fin de un tipo de veneno. Tiempo de decidir el siguiente veneno. Aún quedan cuatro quimios más. Aún quedan decisiones que tomar. Me proponen otro tipo de quimio. ¿cuál elegir? ¿cómo decidir cuando los médicos desconocen las consecuencias? ¿cuándo solo hablan de estadísticas y no de personas?

Esta vez tuve que ir 3 días consecutivos al hospital. Jueves, viernes y sábado. Un día para hacerme la prueba de sangre y un par de horas después cita con la oncóloga. Al día siguiente, la quimio. Y 24 horas después volver a ir para que me pongan la inyección que me ayuda a producir más glóbulos.

Yo soy una paciente una hora cada tres semanas para la oncóloga. Eso quiere decir que para mi nueva oncóloga (me la asignaron en la tercera quimio) no existo las demás horas. Ni siquiera la hora anterior que tengo cita con ella. Así que cuando llego, ella abre mi expediente en su ordenador y recuerda quien soy. O al menos trata. El ordenador le dice que ésta es mi última quimio. Ella me lo repite. Le digo que no. Que aún me quedan cuatro más. Así me lo dijeron antes de empezar con el tratamiento y me lo recordó el primer oncólogo que tuve - le explico - cuatro quimios con un tipo de veneno y las otras cuatro con otro tipo. Ella insiste en que ésta es mi última quimio y que lo siguiente que toca es la operación. Yo estoy en shock. No estoy preparada para una operación. Esa palabra no está en mi cabeza.

Lo que está en mi cabeza es que el tumor se está reduciendo. La oncóloga me acaba de confirmar que está en tres centímetros y algo y yo empecé con seis. Así que estoy contenta. He pensado que si a la mitad del ciclo el tumor se ha reducido a la mitad, quizá con las otras cuatro quimios el tumor se eliminará. Es lo que quiero creer. Es mi esperanza. O ERA porque la oncóloga me está diciendo que no hay más quimio, que esta es la última, que se acabó, que ahora toca operar. Me quedo muda. Mi pareja decide intervenir. Él le explica (en noruego) paso a paso por lo que hemos ido, todo lo que nos han dicho. La oncóloga noruega parece entenderlo mejor ahora como si lo que yo dije (en noruego) no le hubiera bastado para creerme. Dice que tiene que ir a preguntar. El ordenador dice que hoy es la siste kur (última cura osea quimio) y yo solo os informo, pero si os parece voy a preguntar al oncólogo que tuviste antes, que fue quien diseñó el tratamiento, dice la doctora y sale de la habitación.

La oncóloga regresa sabiendo quién soy, qué tipo de tratamiento me han dado y cuáles son los pasos que hay que seguir en mi caso. Entonces me explica que el ordenador dice que ésta es mi última quimio con un tipo de veneno (¡¡¡cómo si no se lo hubiera dicho antes!!! ¿Quién pide más quimio porque le gusta tener ese veneno en su sangre y sufrir los efectos secundarios?), pero que aún queda quimio con otro tipo de veneno. Me dice que tengo dos opciones. Cuatro quimios, una cada tres semanas, como lo he venido haciendo. O doce quimios, una cada semana.

La diferencia entre las dos quimios es la dósis por supuesto y los efectos secundarios. Con la primera, la dosis es más alta y más efectos secundarios. Lo bueno es que no sentiré naúseas (los pacientes reportan baja incidencia en las naúseas, dice la oncóloga), pero tendré dolores musculares y/o huesos, adormecimiento de las manos y más cansancio (los pacientes suelen reportar esos efectos, dice la oncóloga mientras lee un papel). Con la segunda tendré menos efectos secundarios (los pacientes reportan una incidencia baja de efectos secundarios, manifiestan tener una mayor normalidad en sus quehaceres diarios, dice la oncóloga) pero tendré que pasar más tiempo en el hospital. Al principio tendré que ir tres días consecutivos al hospital cada semana. Luego serán solo dos días consecutivos a la semana.

La segunda opción suena estupenda. Pese a que tengo que ir más veces al hospital. No quiero ir tantas veces al hospital. No quiero recordar que estoy enferma, no quiero ver más gente enferma. Quiero sentir que puedo seguir con mi vida normal. Además el invierno viene. Nos acabamos de mudar a una casa que está casi en una colina, así que la idea de bajar más días por esa esa colina -que se convertirá en hielo en breve- no me gusta mucho. La doctora entiende que no quiera ir tantos días al hospital y me dice que me dejara con la quimio cada tres semanas, pero que si cambio de parecer y quiero la dosis semanal, tendré que llamarla y hacérselo saber. No has manifestado efectos secundarios fuera de lo esperado, quizá con la quimio cada tres semanas tampoco manifiestes dificultades, es una posibilidad pero no hay garantía, dice la oncóloga.

Como lo conté en el cuento de ¿La bella durmiente tenía cáncer?, la quimio empieza a dejarme muy cansada. Tengo que parar varias veces para subir la cuesta de mi casa y mi corazón late como si hubiera corrido la maratón, sobretodo la primera semana. Luego voy recuperando la fuerzas y se hace menos pesado subir esa cuesta. Mi madre me dice que es mejor estar cansada que adolorida. Cuando estás cansada te tumbas y te vas a dormir, pero cuando te duelen los huesos, da igual que te tumbes en la cama, que te cubras con la manta que el dolor no se va, yo me sentía como el faquir, que se tumba en una cama con clavos -me dice mi madre-, si tú puedes evitar eso con quimios más frecuentes te aconsejo que lo pidas.

Y eso he hecho esta semana. He llamado para pedir la quimio semanal. Doce quimios me esperan. Mi primera dosis será este viernes. Cruzaré los dedos.

 
 
 

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