Primera cita con la cirujana plástica
- periodista2014
- Dec 6, 2014
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“Tienes el cáncer en el pecho derecho. Tienes una bomba allí. No la podemos dejar. Tiene que salir. Todos los médicos estamos de acuerdo en eso. Ahora la pregunta es si tendremos que quitarte el otro pecho. Eso te lo dirá el genetista”, me dijo la cirujana y las lágrimas caían por mi cara. “Si quieres tener un hijo lo más importante es que estés viva, no que tengas un pecho”. Mis lágrimas no dejaban de caer.
No tenía planeado ver a la cirujana tan pronto. No es que no quisiera verla. Es solo que quiero acabar la quimio. Me tomó casi dos semanas decidir qué tipo de quimio hacer a partir de ahora, así que el que me quiten el o los pechos no estaba en mi cabeza. Aún no he visto al genetista! ¿De qué vamos a hablar la cirujana y yo?, me preguntaba yo incluso el mismo viernes, minutos antes de verla. Aún no sabemos cuántos pechos habrá que sacar. No le veo el sentido.
Cuando me llegó esta semana la carta del genetista, dándome cita para el miércoles 10 de diciembre, no entendía nada. Mi cita con la cirujana era el viernes 5. Recibir la carta del genetista me hizo llorar. No decía que fuera portadora del gen, pero tampoco decía lo contrario. Quiere hablar conmigo y explicarme lo que han encontrado. Y entonces me preguntaba por qué me han dado cita con la cirujana plástica antes que con el genetista. No entendía nada y el no entender siempre me ha generado miedo y angustia. Mi padre (quien está de visita en nuestro piso en Noruega) leyó la carta como positiva. Yo lloraba. Mi padre argumentaba que si me hubieran encontrado algo lo habrían dicho. Yo recordaba a los médicos en España evitando decirme que tenía cáncer. No decían nada. Solo pedían más pruebas para estar seguros. Ahora el genetista quiere verme para explicarme cosas. Si no tuviera nada, lo pondría en la carta y pasaría al siguiente paciente, creo yo. No me gusta la carta. Lloro. No me gusta que me hablen de la posibilidad de mutilar mi cuerpo. Lloro. Tengo miedo. Miedo a que me digan que tengo el gen, a que me digan que me tienen que quitar los dos pechos y mi ovario, que tiren mi ovario congelado en Oslo a la basura, que no pueda ser madre, que mi cuerpo cambie al no tener ovarios, al no producir hormonas. Mis manos y mis pies tienen más arrugas y manchas marrones. Son mis primeros recuerdos de la quimio. ¿Qué más recuerdos tendré?
Yo lloraba y mi padre intentaba solo decir cosas positivas. Yo no quiero que nadie me mienta pintando todo rosa, ni que nadie me diga cómo me debo sentir. Me siento mal. Lloro. Solo quiero un hombro donde llorar y sacar el dolor que tengo dentro. Mi novio me da ese hombro. Él me abraza y yo lloro. Mi padre no dice nada. Mi novio y yo pensamos en tener un hijo en el futuro. A veces hablamos de esos planes como si fueran a suceder pronto, pese a que los médicos me han dicho que si quiero ser madre será en cinco años. No antes. Sin embargo mi novio y yo fantaseamos como si no nos importara lo que dicen los médicos, como si nos hubiésemos olvidado de lo que han dicho. Y esta maldita carta me recuerda lo que han dicho. No quiero ver al genetista, no quiero ver a la cirujana.
Pero veo a la cirujana. Me considero con suerte. Es la persona más amable del mundo aunque médica al fin y al cabo. Nos explica lo que pasará. Le explico que estoy a la mitad del tratamiento y que el tumor se ha reducido a la mitad. ¿No es posible que si el tumor desaparece entonces no haga falta operar? Como médica explica cuál es el protocolo y por qué es así. Mi novio lo entiende mejor ahora. Ahora entiende que es por mi seguridad que me quitan el pecho para evitar que las células cancerígenas vuelvan a hacer de las suyas en algunos años.
Cuando llego a casa le cuento a mi madre por whatsapp mi reunión con la cirujana. Ella está de acuerdo. “Tenemos que quitarte el pecho. No tengo la intención de verte de aquí a cinco años”, me cuenta mi madre que fue lo que le dijo el cirujano hace 14 años. “Me quitaron el pecho y no he vuelto a ver al cirujano”, me dijo mi madre. Ella también cree que es mejor operar. Está de acuerdo en todo lo que me dijo la cirujana.
¿Podrá amamantar con los implantes le preguntó mi novio? No, fue la respuesta inmediata. Y tampoco es importante, nos dijo la cirujana. Yo le explico que cuando una piensa en hij@s, una piensa en darles lo mejor. Y yo quiero eso: dar lo mejor. La cirujana me contó su caso: Mi hija nació pesando kilo y medio. Los médicos me dijeron que no me hicieran muchas esperanzas. La bebé no se podía amamantar porque era muy pequeñita. Desde las 7 hasta las 10 de la noche tenía a mi hija pegada a mi corazón. Piel con piel. Todos los días. Tenía leche pero no podía darle de amamantar. Lo único que podía darle era mi calor y el sonido de mi corazón. Los médicos me dijeron que por no darle de amamantar sería una niña enfermiza. Ahora tiene 6 años y es una niña completamente normal. Cuando tienes un hijo lo importante es que estés con él o con ella y para eso tienes que estar viva. No dejar ninguna posibilidad a que el cáncer vuelva a tu vida. El cáncer es una enfermedad seria, dijo la cirujana. Mis lágrimas no dejaban de caer. Queremos verte viva hasta los 80 como mínimo, dijo la cirujana mientras me miraba fijamente a los ojos mientras su mano derecho seguía tocando su corazón. Mi pareja me acariciaba la espalda mientras yo seguía llorando. Claro que quiero estar viva.
La médica nos explicó el procedimiento, mis opciones si quiero la reconstrucción el mismo día que me quitan la o las mamas, los tipos de implantes, los que son más naturales, o los que las mujeres jóvenes suelen preferir. Descartó la reconstrucción usando grasa de mi cuerpo y especialmente de mi abdomen. Si quiero ser madre mis músculos, piel y grasa debe de permanecer allí. Toda la información que me dio fue general, pero suficiente para tener una idea. La siguiente vez que la vea será la última semana de febrero. Cuando ya planeamos la operación. El miércoles 10 veo al genetista, creo que él me dará una idea de cómo será esa operación.
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