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2 de 12 quimios: ¿La fábrica de la salud?

  • periodista2014
  • Dec 20, 2014
  • 3 min read

El 15 de diciembre fue mi segunda quimio con el nuevo veneno. Esta vez toca estar sola en la sala. Es lunes y hay mucha gente. Mi padre no puede estar conmigo. Sé que esta quimio no es pesada. En el peor de los casos dormiré, aunque había un efecto secundario que no me esperaba.

Eres la primera persona que me pide la quimio un viernes. Todo el mundo prefiere el lunes para que su fin de semana no se ve afectado, y ya el lunes se piden la baja, me dijo el oncólogo antes de que empezaramos la quimio hace ya un par de meses. Yo le dije que prefería la quimio los viernes, así podía descansar el fin de semana y estar lista el martes para la universidad y el trabajo. El tiempo pasó y me di cuenta que sobreestimé mis capacidades. Tuve que posponer los exámenes del master porque el cansancio me venció, pero el trabajo a media jornada lo mantuve. Lo mantengo.

El nuevo veneno me lo dan los lunes. Yo ya no pude elegir. Esta vez ya no pudieron darme una habitación para estar con mi padre. Él tendrá que esperar en otra parte del hospital. Las tres habitaciones estaban cogidas. Solo había espacio en la sala donde hay sillas una al lado de la otra. Me da pena ver a la gente sola sentada recibiendo la quimio. Todas las personas que están ahí, hombres y mujeres son mayores que yo. La mujer de enfrente lleva un libro que al final no lee porque al igual que yo prefiere dormir. Las dos tenemos mantas. Ella café y yo té. El hombre que está a su lado tienen los auriculares puestos y los ojos cerrados. La imagen me deprime. Incluso en la enfermedad parecemos que estamos en una cadena. Llegar, sentarse, inyectarse, salir, pedir la siguiente cita.

Las enfermeras intentan hacerlo lo más humano posible. Ellas vienen, te preguntan si estás bien. Una mujer del centro del cáncer viene a preguntar si queremos comer o beber algo. Son muy amables. Aunque mi padre no se pudo quedar, quizo agradecerle a la enfermera el trato que me están dando (estuvo contento por como me trataron en la quimio anterior). La enfermera le dijo -en noruego, el cual me tocó traducir- que no tenía nada de que preocuparse, que hay gente muy capaz en el área del cáncer. Mi padre le agradeció toda su atención. Ella le reiteró que harían todo lo posible para que yo esté cómoda. Yo agradezco tener cerca a estas personas a mi alrededor. Pero no deja de parecerme raro como la sala parece una fábrica. ¿La fábrica de la salud?

- En esta ocasión puedes tener una reacción, me informó la enfermera.

- ¿Qué tipo de reacción?

- Se te puede acelerar el corazón, pero lo tenemos todo bajo control.

Tres veces me midieron la presión. Cada vez iba aumentando, pero siempre dentro de lo normal. Le mandaba los resultados a mi padre por whatsapp. Él me estaba esperando en la entrada del área del cáncer en el hospital. Él estaba preocupado. No te preocupes -le escribí- estoy en un hospital. La enfermera me dijo que si mi corazón latía muy rápido pararían. Así que lo tienen bajo control. No te preocupes, así terminé mi mensaje.

Todo ha ido bien -me dijo la enfermera cuando ya íbamos a terminar-. Lo normal es que la gente tenga la reacción al principio y tú no has tenido ninguna. No tendrás ninguna después, me explicó. Y así fue. Solo el cansancio y el sueño. Los lunes se pasan rápido después de la quimio.

trondheimfratyholt-jmauricio.jpg

El martes fue el último día de mi padre. Lo llevé a Tyholt, la torre de radio televisión noruega (NRK) que tiene un restaurante a los 74 metros de altura. Desde allí se ve toda Trondheim. Estoy enamorada de la ciudad en la que vivo. El día miércoles a primera hora mi padre cogió un avión de vuelta a España.

 
 
 

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