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4 de 12 quimios: Me duelen las venas

  • periodista2014
  • Dec 29, 2014
  • 3 min read

(Fotos: Jeanette Mauricio)

Siento como si un gigante me estuviera apretando la mano. Los huesos van a crujir en cualquier momento. Siento la presión en la muñeca. Me va a reventar la mano. Miro mi mano. No hay nada. Solo la inyección que lleva la quimio a todo mi cuerpo.



El lunes 29 de diciembre fue mi cuarta quimio. Mi madre fue conmigo. La enfermera se portó super bien y me ayudó a que mi madre estuviera conmigo a pesar de que la sala estaba toda llena. A mi madre le gustaría estar a mi lado, en dos días se regresa a España, le expliqué. Se fue a buscar unos separadores para hacer como una división en la sala. Mi novio tuvo que esperar en otra sala. Tú ya has estado más veces con ella, le dijo la enfermera con una sonrisa.



Con mi madre hablamos sobre su experiencia con el cáncer y la experiencia que ella ha escuchado de otras personas que tienen cáncer. Recuerdo que mi padre (¿o quizá fuera mi madre? ella lo niega) una vez comentó sobre una mujer que tiene cáncer de colon. Mi padre (¿o quizá mi madre?) lo pintaba como si él cáncer de ella fuera peor que el mío. Y sus pruebas eran que ella estaba recibiendo 30 quimios y que se la inyectaba al cuello de lo grave que era. A mi me parecen odiosas las comparaciones y más en estos casos.


Esta vez antes de que la enfermera empezara a preparar todo me preguntó si me habían puesto el cateter en mi cuello. Con esta quimio, tienes 12 sesiones, hubiera sido conveniente que te pusieran el cateter en el cuello así se te conecta directamente la quimio; pero ni modo, te la seguiremos poniendo en la mano. A ver cómo respondes, dijo la enfermera y se fue a traer todas las cosas que se necesitan.



Primero las bolsas para evitar vómitos y otros efectos secundarios, luego el agua con sal y ya estoy lista para empezar con la quimio. De repente, siento un dolor en la mano. Primero es la vena la que me duele. Luego es la mano en sí, la piel, los huesos. Parece como si me estuvieran apretando la mano. Tiro del lazo rojo. Al poco viene una enfermera. Le explico que me duele la mano. Ella para la quimio. El dolor se desvanece. Me dice que me dejara descansar un momento, pero que vuelve en seguida para reanudar la quimio.



Viene otra enfermera y me pregunta que cómo estoy. Le digo que me duele la mano. Me pregunta si ya pasó. Le digo que sí, que cuando paró la quimio, paró el dolor. Ella me explica que la quimio me está dañando las venas, y que eso produce dolor, pero me dice que tengo que aguantar. Vamos a hacer que la quimio vaya más despacio, eso debe producir menos dolor, pero tienes que aguantar, no hay nada para hacer que ese dolor desaparezca, dice la enfermera quien dice que avisará a mi enfermera a que retome la quimio.


Retoman la quimio. Un gigante me está apretando la mano, me la va a romper. Eso siento. Mi madre me dice que respire. Llamo a mi novio por teléfono. Él viene. Me besa y sus besos son como el calmante que necesito. Se queda de cuclillas delante de mí tomando mi mano. No hay gigantes. El dolor se va desvaneciendo. Mis ojos se van cerrando. Me quedo dormida. Silencio. Me despierto por un bip chillón. Es la máquina que avisa que la quimio se acabó. No hay más gotas allí. Viene la enfermera y me dice que ya casi terminamos. Ahora toca agua con sal en la venas y ya podré irme a casa. La mano ya no me duele, ahora son solo los dolores de los pinchazos. Nos vamos a casa, con las venas cansadas, los bochornos a la vuelta de la esquina y mis dedos del pie adormecidos. Pero ya queda menos. ¿Habrán más gigantes esperándome los siguientes lunes? Espero que no.

 
 
 

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