12 de 12 quimios: No hubo quimio. La gripe se la devoró
- periodista2014
- Feb 28, 2015
- 4 min read
Lunes 23 de febrero. Era el día de mi última quimio. Tenía la cita a las 8:45. A las ocho llamamos para decir que tenía 39 de fiebre. Pensamos que me dejarían descansar en casa. Pero no. Tocó ir al hospital. La fiebre no es una buena amiga cuando se ha estado bajo la quimio.
El jueves 19 de febrero empecé a sentirme mal. Ya no solo era el dolor en los músculos sino que me dolían los huesos, tenía frío. Intentaba que no se notara mientras estaba dando mis clases en la universidad. Creo que lo hice bien. Cuando bajé del bus que me deja cerca de casa, pensé coger un taxi. Son 15 minutos caminando cuesta arriba y yo no sentía que iba a llegar. Me dolía todo el cuerpo. Un taxi, pensé. Pero por otro lado, pensé que sería mi último ejercicio. Llego a casa y no hay quien me saque de allí hasta el lunes que tengo la quimio, pensé.
Apenas habían pasado cinco minutos, yo sentía que las cosas no iban bien, mi corazón latía intensamente, sentía que había crecido y podía salirse por mi boca. Caminaba y a veces de pronto tenía que parar porque me dolía las piernas o las caderas. Como si alguien me las retorciera. Un taxi, volví a pensar. Pero ya es tarde. Ya estoy lejos de la parada de taxi. No puedo llamar porque no me sé el número. De hecho no puedo llamar a nadie porque mi teléfono móvil murió hace una semana y ahora estoy con uno que no tiene mi agenda y que no me deja hacer llamadas. Solo recibir. Recibir llamadas que nunca sé de quién son. Tenía que seguir. Diez minutos más, pensé. Necesité casi media hora para llegar a casa de todas las veces que tuve que parar, de todas las veces que sentí que el corazón se me salía, de todas las veces que el dolor me venía a presionar mis músculos como si el dolor de huesos no fuera suficiente.
Cuando llegué a casa me sentí super débil. Mientras me quitaba los zapatos las lágrimas se me caían. Lloré. Mi novio me encontró colgando mi abrigo. ¿Qué te pasa?, me preguntó. No lo sé, pero no me siento bien, me duele todo el cuerpo, me siento débil. El me llevó al salón, me puso una manta y me dio un peluche. Un regalo de la hija de la pareja de mi padre. Me hizo tanta ilusión. Lo abracé y me cubrí hasta arriba. Tenía frío, pero mi novio decía que mi frente estaba caliente. Me puso el termómetro. Veinte segundos después teníamos el resultado. 38.2 grados. Hay que llamar al hospital, dijo mi novio.
Cuando empecé la quimio esa fue la única alerta que nos dieron. Si hay fiebre llamádnos, da igual la hora o el día. Hay que saber por qué es. A veces es síntoma de una infección y el cuerpo debido a la quimio tiene las defensas bajas, así que necesitará antobióticos que nosotros le vamos a proveer.
Me volví a medir la temperatura mientras mi novio esperaba que le pasaran con el departamento del cáncer. 38.5 grados ahora. Tenemos que ir al hospital, dijo mi novio nada más después de colgar. Y allí estuvimos casi dos horas. Me hicieron pruebas de sangre y hubo que esperar una hora para saber los resultados. Los resultados salieron negativos. No había bacterias. Tiene que ser un virus. Pulmones bien, oídos bien, adbomen bien. Solo la garganta un poco irritada y el pulso alto, por eso lo del corazón acelerado. Eso sucede cuando hay fiebre, explicó la médica. Un paracetamol y para casa. Seguro es un resfriado, para el lunes ya estarás bien, dijo finalmente.
El lunes 23 desperté con 39 de fiebre. Al rato eran 39,5. Mi novio llamó al hospital para decir que tenía fiebre y que no iría para la quimio. Dijeron que tenía que ir al hospital. Apenas llegué me pusieron en una habitación y me ofrecieron una camilla para tumbarme y estar abrigada porque tenía frío. Mi novio estuvo todo el tiempo conmigo en la habitación. Llegó el momento de las pruebas de sangre. Luego vendría la doctora. Luego el momento de hacerme la radiografía en el pecho. Luego la prueba de orina. Luego la doctora nuevamente. De hecho vino unas cuantas veces porque ella hablaba con otro oncólogo cada vez que llegaban los resultados de cada prueba. Después de estar casi cinco horas me dejaron ir. El plan era volver el miércoles 25 y hacer nuevas pruebas de sangre. Si ya estaba mejor y no había fiebre el viernes 27 podía tener la última quimio. Tocaba cancelar el trabajo en la escuela y en la universidad.
El miércoles 25 hubo más pruebas. Esta vez las pruebas ayudaron a esclarecer que lo que tenía, que lo que tengo, es la gripe B. Si te sientes bien el viernes vienes para la quimio; sino no pasa nada, te saltas esta quimio y ya vendrás para la operación, me explicó la oncóloga. Lo que tienes que hacer es descansar, dijo. Llegó el viernes 27 y mi cuerpo no estaba para salir de la cama. Estaba mejor que los días anteriores pero me dolía el pecho de todo lo que había tosido. Aún estaba afónica, con el oído bloqueado y con dolor de garganta. No hay fiebre. Pero no hay última quimio, en eso quedo con la enfermera que me ha llamado y al oír mi voz se ha dado que no estoy lista para poner más veneno en el cuerpo.
De esta forma digo adiós a una etapa. Ahora solo queda seguir descansando, dejar al cuerpo que se recupere. Esta es la primera vez que llevo tantos días en cama y en el sofá abrigada hasta arriba. Estoy orgullosa por como mi cuerpo ha reaccionado con la quimio y claro que tiene el derecho de cansarse cuando un virus lo ataca después de haber estado luchando bajo la quimio. Merezco descansar. Cancelo todo. No me duele tanto hacerlo. Mi cuerpo lo necesita. Todo mi cuerpo lo necesita. Dentro de poco tendré que decir adiós a una parte de él. Mejor olvidarlo. Por ahora todo mi cuerpo es mío y necesita descansos y mimos.
Comments