top of page

Empiezo con la radioterapia


El 7 de mayo empecé con la radioterapia. El tercer paso del tratamiento contra el cáncer. El primer día fui bastante asustada y nerviosa pero conforme han pasado los días lo he ido aceptando y lo llevo bien. Por ahora solo tengo un efecto secundario. Espero que el segundo no llegue.



Fui con mi pareja al hospital. La radioterapeuta nos llevó a una sala donde nos explicó lo que harían. Estaría tumbada en una camilla mientras la máquina giraría entorno a mi para irradiar las zonas con cáncer. Antes de que ella siguiera le dije si podía proteger el cuello. Le conté que había leído en la web de la asociación del cáncer (en Noruega) que hay mujeres que contraen nuevamente cáncer tras acabar con el tratamiento y esta vez en el cuello o axila. Hay investigaciones que dicen que puede estar relacionado con la radiación. Insistí en que quería que se me protegiera el cuello. La discusión fue larga y me vi llorando y explicando que quiero reducir las posibilidades de volver a tener cáncer. No quiero volve a tener cáncer, le decía con lágrimas en los ojos. A mi cabeza venían imágenes de mujeres que han muerto tras volver a tener el cáncer por segunda vez.



Tanto mi pareja como la radioterapeuta me hicieron ver las cosas más objetivas. Las investigaciones hechas suelen ser a mujeres mayores de 50 años con lo cual el funcionamiento de sus cuerpos no es el mismo que el mío. Las investigaciones hechas se basan en casos hechos hace años cuando la radiación era más agresiva. Ahora se ha reducido la intensidad y ya no se irradia otras áreas que no sean las estrictamente necesarias. La radioterapeuta me explicó que en el caso de que se hubieran quedado células cancerígenas (en el área del pecho derecho) el lugar al que se irían -o donde creen que podrían extenderse- sería a los ganglios de la axila derecha o a los ganglios del lado derecho del cuello. Por eso es que irradian esas áreas: pecho, axila y cuello. Con la irradiación se pretende quemar las células, hacer que no se reproduzcan. Ni las buenas ni las malas.


Las sesiones son diarias, de lunes a viernes. Hoy tendré la décimo primera sesión. Aún quedan 14. Unas tres semanas más. En total serán 25 sesiones. Las sesiones duran 15 minutos. Son cortas. Es casi el mismo tiempo que uso en prepararme antes de salir de casa y caminar hasta la parada del bus. Cuando llego al hospital me toca esperar hasta que me llamen. Leo el periódico o veo la tele que tienen en la sala de espera. Luego dicen mi nombre y entro. Me quito la ropa hasta la cintura. Me tumbo en la camilla. Los brazos van recostados a la altura de la cabeza. Levantan la camilla hasta que esté a la altura del pecho de los radiólogos/as. Tengo uno a cada lado. Una de las máquinas proyecta unas líneas sobre mi cuerpo. Intentan que las líneas que tengo dibujadas en mi pecho encajen con esas líneas. Eso toma su tiempo. Que si un milímetro más a la derecha o a la izquierda. Me pidan que me ponga como un saco de patatas y que no me mueva. Ellos son los que me moverán. Que si mover las caderas a la derecha, o que si mover la parte superior del pecho. Yo dejo que me muevan. Las líneas encajan. Cada radioterapeuta coge un marcador. Me vuelven a pintar las líneas para asegurarse de que la ropa, el sudor o la ducha no las borren demasiado. Luego los radioterapeutas se van de la sala y es cuando empieza la radiación. Los quince minutos en sala han pasado y ya es hora de irse a casa. A repetir todo el proceso. Pero esto vez es cuesta arriba (¿os he contado que vivo en una cuesta?). Me lo tomo como el ejercicio del día.


La radioterapia (o la quemadura de células) lo único que me está generando hasta el momento es cansancio. Pero no es el cansancio de la quimio. No es un cansancio que se siente en todo el cuerpo, de que todo te pesa o te duele el cuerpo. En un cansancio de sueño, como si ya se acabó el día y me tengo que ir a dormir. Pero después de la siesta me despierto con energía como si me acabara de despertar por la mañana. Y entonces sigo con mi vida. La radioterapeuta dice que es normal. Aunque la radiación es localizada todo el cuerpo intenta defenderse y eso implica un considerable uso de energía.


El segundo síntoma que tendré se verá en las partes irradiadas. Será como una mala quemadura que coges en la playa, me explicó la radioterapeuta en la primera sesión. El oncólogo ya me había dicho que la piel se pondría roja, débil, en algunos casos transparentes, en algunos casos roja-morada pero que habían cremas para eso (no usar cremas con alcohol o perfume), que no me preocupara. Me dijo que eso se notaría pasada la segunda semana.



Recuerdo cuando me quemé haciendo churros al poco de llegar en Noruega. Tenía un mono de chocolate con churros y a falta de encontrar churrerías en Noruega me puse a aprender a hacerlas con mis propias manitos. Una amiga se ofreció a enseñarme. Otra amiga se apuntó. Pero claro, no teníamos las cosas que hacían falta y hubo que hacer la ranuras con el tenedor. Yo estaba friendo cuando mi amiga, la que también estaba aprendiendo, puso un churro sin las ranuras en el aceite caliente. Explotó, lanzando aceite directo a mi cara y a mi mano derecha. Por suerte mi amiga tenía aloe vera en gel y me la puse. No dejé que se secara, siempre tenía una capa encima de gel. Además calmaba el dolor. No creo que haga falta decir que dolía horrorosamente. El gel tenía un efecto refrescante en la piel abrasada, así que no dejaba de ponerlo. No tengo marcas de aquel incidente. Por eso ahora cuando salgo de la radio me pongo aloe vera, creo que eso ayudará a la piel a regenerarse. Ya queda menos, así que a seguir.


Featured Posts 
Recent Posts 
Find Me On
  • Facebook Long Shadow
  • Twitter Long Shadow
  • YouTube Long Shadow
  • Instagram Long Shadow
Serach By Tags
No tags yet.
bottom of page