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¿Las amazonas luchaban contra cáncer?

  • periodista2014
  • Jun 7, 2015
  • 6 min read

(Foto: Jeanette Mauricio)

La leyenda cuenta que las amazonas tuvieron que cortarse un pecho para poder luchar. ¿Y contra qué luchaban? ¿Sería contra una enfermedad? ¿Quizá una enfermedad llamada cáncer?


Había una vez una lugar donde vivían solo mujeres. El lugar era hermoso. Todo verde, con árboles altos que era imposible saber dónde terminaban cuando se levantaba la mirada. El clima era cálido. El invierno y el verano no se conocían en ese lugar. Se podía dormir fuera o dentro de una habitación y nadie notaba la diferencia. Los frutos de los árboles y arbustos eran suficientes para las mujeres que vivían en este idílico lugar. Todas colaboraban con las diversas actividades. No es que fuera muchas, pero sin duda eran divertidas. Ir a recolectar tunas era toda una hazaña. Siempre había una que quería probar una nueva forma para sacarlas sin tocar las espinas. Era divertido ver los intentos fallidos. Las risas se duplicaban con el sonido del viento. Y sin duda era gratificante cuando el intento funcionaba. Al atardecer todas se reunían en torno al fuego y contaban historias. Historias provenientes de sus sueños, de historias que fueron contadas por sus abuelas, por sus bisabuelas o historias creadas por el contacto con animales o plantas.



Un día una nube gris grande y espesa se posó sobre el lugar donde vivían estas mujeres. Ninguna supo cómo interpretar esa nube, ninguna la había visto en sus sueños, ninguna había oído de ella a través de las plantas o animales. Todas se reunieron para hablar sobre el tema. ¿Por qué había una nube gris? ¿Era una señal? ¿Señal de qué? ¿Debían de reducirla? ¿Podían hacerlo? ¿Cómo? Los días pasaban y las propuestas iban y venían. De repente un sonido empezó a extenderse en el lugar. Un sonido que primero solo las abuelas escucharon y luego las adultas y luego las niñas. Todas la escucharon. Se quedaron quietas. Esperando a que el sonido cobrara forma. El sonido se hacía más cercano, como si estuviera detrás de cada una de ellas, como si estuviera entrando por sus oídos, como si estuviera instalándose en sus cabezas. Empezaron a dudar. ¿Podría venir el sonido de dentro de su cuerpo y no de fuera de ellos? Aún seguían ensimismadas en sus pensamientos cuando unas criaturas horribles, deformes, con brazos largos dentados y grises saltaron sobre ellas. Las primeras mujeres que tuvieron contacto con ellas no estaban preparadas y cayeron rendidas. Cada criatura tenía varios brazos, de diferentes tamaños, largos y dentados. Destruían todo lo que tocaban. Las mujeres que estaban en segunda línea se quedaron impresionadas al ver cómo esas criaturas rastreras aniquilaban a sus compañeras. Les tomó unos segundos reaccionar. Miraron a su alrededor para buscar armas pero no había nada con qué defenderse. También cayeron aniquiladas por esas criaturas que se iban hinchando según tocaban a las mujeres. Las demás al ver esto corrieron. Había que huir. Había que buscar armas. Había que defenderse.



Se escondieron en el árbol de la vida. Un árbol de tronco inmenso donde las raíces servían como paredes. En el interior del árbol habían muchas habitaciones y en el medio había una habitación principal. Todas las mujeres se reunieron allí. ¿Qué era aquello? ¿De dónde venían? “Parecen cangrejos maléficos”, dijo una. “Es cáncer”, dijo la más sabia de las mujeres, a quienes todas llamaban la más bella. Para ellas, la belleza estaba unida a la sabiduría, mientras más sabia más hermosa era considerada por todas. Y mientras más anciana más sabia eras.



Por fin todas se enteraron a qué se enfrentaban. Las más sabias se pusieron manos a la obra y prepararon pociones para destruir a los invasores. Todas cooperaron. Algunas buscaban las hierbas, otras las cortaban, otras cocinaban, otras las mezclaban, otras las ponían en reposo, otras las empaquetaban. Todas tenían algo que hacer. Una vez listas, las más ágiles cogían las pociones y las lanzaban desde diferentes partes del árbol. Algunas trepaban hasta lo más alto que podían y desde allí las lanzaban. No funcionaron. Las sabias empezaron a preparar otras pociones más fuertes.


Mientras tanto algunas querían enfrentarlos directamente pero no sabían cómo hacerlo. Eran unas criaturas que nunca antes habían visto. Nadie sabía cuál era su punto débil. Desde lugares estratégicos lanzaban objetos que pensaban podrían destruirlos pero nada funcionaba. A veces cuando pensaban que las habían partido en dos, se daban cuenta que en verdad se habían dividido. Era como si el golpe hubiera hecho clic en el botón de duplicar. Ellas no entendían cómo funcionaba. Nuevas pociones llegaron. Nuevos viajes hasta las partes más altas del árbol, a los rincones más estratégicos del árbol desde el cual tirar las pociones. Funcionaron. No todas morían, solo a las que le caía directamente la poción. Había que preparar más y en grandes cantidades. Pero era complicado elaborar más. No se podía producir tantas pociones. De hacerlo haría falta usar todos los recursos del lugar y no quedarían nada por ellas. No podían hacer tantas pociones. Los días pasaban y el árbol se iba debilitando. Cáncer no cesaba en sus ataques. Los brazos dentados, grises y deformes no dejaban de rascar y destrozar todo lo que tocaban.



Otro grupo de mujeres había estado concentrada en crear un arma que las destruyera. Los intentos fallidos de sus hermanas les hicieron ver cómo reaccionaba cáncer. Después de muchas horas y muchos días sin dormir crearon un arma. El arma permitía cargar las pociones y usar las lanzas a la que tan bien estaban acostumbradas. Pero estas lanzas eran especiales, estaban hechas con cristales irrompibles. El arma era perfecta. Lo combinaba todo. Salieron de a grupos de a dos cargando el arma. Dejaban el arma en el suelo. Se ponía una detrás de la otra. Cogían la lanza, a la que le ponían la pócima hirviendo en la puntay las lanzaban contra las criaturas grises. ¡Cayeron rendidas! Se morían. Habían que cargar más armas, lo hacían de ados. Una cogía dos lanzas mientras la otra recogía con cuidado la pócima hirviendo y las ponía en la punta. Ahora sí ya etaban listas para lanzar. De repente una cayó al suelo. Y otra y otra. Los pares dejaban de ser pares para convertirse en una sola. Las mujeres eran rápidas pero cáncer era más rápido. Había que idear un nuevo plan. Se volvieron a meter en el árbol de la vida.



Las mujeres necesitaban tener el arma cerca y tener las manos libres para disparar sin parar. ¿Y si las lanzas eran más pequeñas? ¿Qué tal llamarlas flechas? ¿Y si cada una cargaba la pócima y las flechas a la vez? ¿Y si las cargaban en la espalda? Si tan solo tuviera un pecho menos, pensó una de las mujeres mientras intentaba cargar el arma ella sola. Entonces sin dudarlo cogió un cuchillo y se cortó un pecho. Puso una venda con hierbas cicatrizantes en la herida. Y sin dudarlo se puso el arma. Ahora sí que le encajaba perfecto y entonces salió. Ahora nadie la pillaría desprevenida. Ahora estaba preparada. Lista para atacar. Lista para ganar. Otras mujeres la siguieron y así se creó un grupo de mujeres que salieron a luchar contra las criaturas grises. Salían seguras a luchar. Se sentían protegidas aunque con miedo al qué pasará. Nunca antes se habían enfrentado ante esto. “Kali tihi a-mazona”, dijo la mujer más sabia. Lo que significaba buena suerte (mujeres) sin un pecho.



Y la suerte estuvo con ellas y con su destreza. Las criaturas grises fueron cayendo una a una. Algunas criaturas habían alcanzado grandes dimensiones debido a la cantidad de mujeres a las que había destruido. Una a una fueron cayeron. Cáncer estaba perdiendo la batalla. El sonido perturbador empezó a cesar. Las primeras que lo notaron fueron las sabias y las últimas fueron las niñas. Las pocas criaturas grises que quedaban decidieron dar marcha atrás y recluirse en las profundidades del bosque. Las guerreras dieron el aviso de que las criaturas grises se habían ido, de que ya podían salir del árbol de la vida.



Las mujeres fueron saliendo poco a poco. Al salir vieron tendidas en el suelo a esas criaturas grises y dentadas. Ahora se veían tan inofensivas, pero en vida habían sido unas asesinas. También vieron a algunas de sus hermanas que yacían en el suelo. No se movían. Cada uno de esos cuerpos estaba rodeado por criaturas grises que yacían inmóviles en el suelo formando un círculo alrededor de las guerreras. Les habían tendido una emboscada. Una dijo que quizá las mujeres que nacieron en día de lluvia eran las más vulnerables y por eso cáncer se las llevó, pero cuando reconocieron a las hermanas que habían perecido vieron que algunas habían nacido en noches de cielo estrellado, otras en un día de sol con cielo azul, incluso una que nació el día del solsticio de verano que es el más importante para ellas. No había ningún patrón. Cáncer se llevó a toda aquella que pudo.


Las amazonas estaban tristes por la pérdida de sus hermanas; pero también estaban contentas porque habían derrotado a cáncer. Habían expulsado a cáncer de su hogar. Ahora quedaba reparar el árbol de la vida. Estaba algo dañado pero sin duda lo podrían arreglar. Las más bellas o sea la más sabias recomendaron dibujar a las hermanas caídas para recordar la lucha por la vida que habían tenido. “Sulpay a-mazona” decía debajo del dibujo. Lo que significaba gracias (mujeres) sin pecho. Desde entonces en lugar de decir guerreras decían amazonas. Las mujeres valientes que no dudaron en perder una parte de su cuerpo para salvar al árbol de la vida.

 
 
 

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