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El dedo gordo del pie y otros efectos secundarios

  • periodista2014
  • Jun 10, 2015
  • 5 min read

(Foto: Jeanette Mauricio)

Recuerdo cuando sentí que mi pelo se había muerto, cuando al tacto se me hacía extraño, como si no fuera mío, como si eso no estuviera vivo. Recuerdo que tuve la misma sensación con mis uñas. Hubo un día en que dejé de verlas como mías. Se habían muerto.



Recuerdo que al poco tiempo de empezar con la quimio le dije a mi pareja que el color de mis uñas estaban cambiando. No me hizo caso. Dijo que cada quien tiene un color distinto y que esa era el color de mis uñas. No sirvió de nada que le explicara cómo eran mis uñas antes de empezar la quimio; para él siempre habían sido de este color rosa-violeta. Incluso cuando se pusieron más violeta él seguía insistiendo en que siempre las había tenido así.



Hace como un mes (la primera semana de mayo), aún no había empezado la radio, vinieron a casa las hermanas de mi pareja para tocar la guitarra y la batería. Ese día me di un golpe en el dedo gordo del pie izquierdo. Me dolió por muchos días. Yo diría que el dedo se estaba hinchando, pero mi pareja dijo que no, que ese era un dedo normal. Como a las dos semanas, a pesar del dolor, me corté las uñas. Una cosa que es una rutina se volvió en una situación espeluznante para mí. Me corté las uñas como suelo hacerlo. Empecé por el dedo gordo del pie izquierdo. Un color rojo intenso empezó a deslizarse por mi dedo. La uña se cubrió toda de rojo, el cortauña también estaba rojo. Me estaba sangrando el dedo. Intenté secarla con el papel higiénico. La sangre dejó de salir. Cuando pensé que por fin había absorbido toda la sangre con el papel higiénico, un líquido amarillo empezó a salir. ¡Maldito golpe!, pensé. Me senté en el sofá. Dejó de sangrar, pero cuando caminaba volvía a salir sangre otra vez. Mejor sentarse. Cuando dejó de salir sangre y ese líquido amarillo decidí mirar el dedo. Quería ver mi uña. Me acerqué lo más que pude. La miré bien de cerca y me di cuenta que tenía un agujero bajo la uña. No estaba pegada a la carne del pie. Grité. Mi pareja se asustó. Le expliqué que había visto que la uña no estaba unida a la carne, que había un agujero. En ese momento creí comprenderlo todo. El golpe había hecho que la uña se llenara de sangre y eso había hecho que se separara de la piel. Volví a mirar mi uña. Allí había un vacío. Tenía un hueco en la uña. ¡Maldito golpe!, me repetí.



Pasaron dos semanas y el dedo seguía sangrando cuando caminaba. Me di cuenta de que el golpe había sido más serio de lo que había pensado. Por suerte empezaba a sangrar cada día menos. Quizá con unos cuantos días más se terminaría de curar. Ni se me pasó por la cabeza ir al hospital. Se me dio por recortarme las uñas. Quizá era mejor que se mantuvieran cortas. Con cuidado corté el dedo gordo izquierdo y todas las uñas de ese pie. Luego me fui al derecho. Allí nada me dolía. No me había golpeado ese pie. Me dispuse a empezar con el dedo gordo. Sangre. ¡¡¡Nooooo!!!! Se volvió a repetir la historia. Ahora tenía los dos pies sangrando.



La semana pasada después de la radioterapia me fui a la sección de cáncer y pedí hablar con una enfermera. Me hicieron esperar y después de unos 15 minutos me atendió una enfermera de oncología. Ella me explicó que es era un efecto común con la quimioterapia. No es solo el pelo sino que las uñas también empiezan a caer. Hay quienes tienen este problema mientras están con el tratamiento, pero hay quienes tienen ese problema después de haber terminado con el tratamiento. Me dijo que debía evitar que se infectara. Me mandó un jabón especial para lavarme los pies y me dijo que si sangraba demasiado sería mejor vendarlo.


Me sentí extraña porque pensé que los efectos de la quimio ya casi habían desaparecido. Pensé que ahora solo le estaba haciendo frente a los efectos de la radio, que es el tercer paso en mi lucha contra el cáncer. Pero no, aún sigo con los efectos del primer paso, y no solo eso, aún tengo efectos secundarios de la operación, que era el segundo paso (Ver todos los pasos). Los efectos secundarios no me dejan.



Ya que tenía a una enfermera solo para mi, decidí hacerle un par de preguntas.

1.- Dolor de brazo. Le dije que seguía sintiendo como me tiraba algo desde la sangradura (parte hundida del brazo opuesta al codo) hasta la axila. Me dijo que es normal, y que tomará meses hasta que me vuelve a sentir cómoda con el brazo

2.- Posición de la axila. Le dije que yo siento que la axila derecha está más baja que la izquierda. Mi pareja me dice que no es así. Según él si fuera así los médicos me tendrían que haber informado ya sea antes o después de la operación. La enfermera de oncología confirmó que mi visión era la correcta, la axila había cambiado de posición. Me explicó que es normal que sea así porque me han abierto y me han quitado ganglios, lo que significa romper con las conexiones internas. El cuerpo se está reconstruyendo y se está reposicionando de la mejor manera, pero nada será como antes, me dijo.

3.- No siento parte del pecho y parte del brazo. Yo sabía que con la operación iba a perder sensibilidad, pero no pensé que incluyera la axila y la parte interna del brazo. Ella repite lo que me dijo antes. Me han quito venas y nervios. El cuerpo necesita tiempo para reconstruir todo, para que los nervios encuentren su camino. Reconstruir o crear nuevas vías tomará años, dijo. Hay mujeres que recuperan la sensibilidad y hay mujeres que no la recuperan del todo, me dijo.

Aún sigo manchando los calcetines de los dos pies. Es una sensación rara porque no me duelen los dedos; quiero decir, no siento dolor como cuando me golpeé el dedo izquierdo. No me duelen los dedos pero es quitarme los zapatos, verme la mancha en mis calcetines y sentir que hay algo que anda mal en mi cuerpo. Lo bueno es que las uñas van creciendo. Crecen de color rosado como eran antes. Yo acaricio mis uñas como si con ello quisiera asegurarme de que las que crecen lo hacen pegadas a la piel. Las acaricio para sentirlas como mías, para decirles que estarán bien. El tiempo, solo eso necesitamos para que crezcan, para que sean mías, para que estén vivas otra vez. Más tiempo.

 
 
 

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